PEDAGOGIA PASTORAL

¿Qué entendemos por pedagogía pastoral?

En el texto Civilización del amor, Tarea y Esperanza[2] se señala que la pedagogía hay que entenderla como “relación que se establece entre educador y educando” y por ello se “expresa en una forma de comunicación, de comportamientos y de actitudes que se dan en el contexto de un espacio y un tiempo determinados” 

Evidentemente esta definición nos hace ver que hay una conciencia de que la práctica pedagógica ocurre o depende del encuentro y la intencionalidad del educador, en este caso del acompañante, del asesor y de otro lado el hecho que la relación se basa en el sentido de la relación, para nuestro caso en el sentido evangelizador y en el testimonio, en la actitud del sujeto.

Esta concepción de pedagogía nos lleva a entender que la práctica pedagógica que se desarrolla en el acto de acompañar un proceso formativo dentro de la pastoral se entiende como un acto de evangelización.

La inspiración en la formulación de la práctica pedagógica parte de la intuición que así como Jesús congregó y formó a sus apóstoles en un camino, y a la vez los primeros cristianos intentaron vivir una experiencia comunitaria intensa al estilo de las enseñanzas de Jesús distinguiéndose del común por su testimonio, por su manera de ser y hacer: Una pedagogía al estilo de Jesús.

Esta pedagogía pastoral apunta a que en el proceso existe alguien que acompaña y otro que es acompañado, pero que no existe solo como persona, si no dentro de una comunidad, es más está llamado a vivir su fe en comunidad. Entonces el proceso que propone se dirige a animar la dinámica de personalización del mensaje, como a que éste se incorpore en una dinámica comunitaria, parte de un proceso formativo que alimenta la vida misma del sujeto en todas sus dimensiones.

Por último podemos decir que esta práctica requiere de una mirada optimista del joven, una mirada de fe, acogedora y por supuesto de una Iglesia que esté dispuesta a animar la dinámica juvenil y a asumir la comprensión de sus procesos de cambio, y recibir la novedad de sus aportes y cuestionamientos[3].

¿Comprendemos el sentido de la pedagogía pastoral?

Sin duda que los jóvenes cuando están en procesos serios, donde la parroquia o diócesis o movimiento se responsabiliza del desarrollo de la vida comunitaria y provee los acompañantes para ello, responden y exigen procesos de calidad, aumenta el sentido testimonial y se perciben como comunidad evangelizadora. Los indicadores de este proceso están esencialmente ligados a la presencia de dirigentes, asesores, establecimiento de comunidades vivas, compromisos con perspectiva social, crecimiento de personas que van incorporando en sus experiencias personales de vida y en sus desenvolvimientos cotidianos ciertos valores, método y perspectiva que los lleva a insertarse en espacios de actuación donde se hacen responsables de los demás.

La renovación de los asesores en la pastoral juvenil no ha ido de la mano con la responsabilidad de formarlos en un enfoque que permita priorizar la vocación, la acogida, la práctica, la actitud antes que el discurso o que toda relación pasaba por la aceptación del joven de los contenidos o las formas que se le proponían y no entender que la vida comunitaria siempre es un proceso de construcción personal, sin él difícilmente el anuncio será algo que la recoja el corazón del joven, animado por sus espíritu, su búsqueda de identidad y necesidad de tener una palabra sobre su futuro, también sobre su fe.

La dificultad de ver y asumir con claridad la necesidad de una vida comunitaria centrada en los procesos de acompañamiento formativos que llevan al joven a sumir la novedad de su propia convivencia, han hecho que muchos responsables eclesiales desvaloricen la vida comunitaria, esto ha dado pie al surgimiento de expresiones o grupos que han optado por los encuentros “de conversión” como herramienta de respuesta a las expectativas de los jóvenes. Ciertamente que en el mundo juvenil el encuentro entre otros y con otros, la afectividad, las emociones, son siempre un componente que anima al joven a integrarse alrededor de una propuesta, pero, ello también exige mayores elementos de acompañamiento, eso mismo exige prácticas pedagógicas nuevas.

Una tercera cuestión que ha contribuido a mi juicio, a la dificultad para la comprensión de los procesos de acompañamiento y sobre todo a que está parta desde una pedagogía pastoral, es el poco ejercicio de una metodología comunitaria de discernimiento, que a su vez requiere que el asesor o animador la haya practicado y sepa ponerla en práctica. Un indicador de esta dificultad es la tremenda demanda por recursos, estrategias que hacen los dirigentes y asesores al demandar la formación.

Podemos entender también que estas tres cuestiones propuestas como dificultades son tales desde la perspectiva de la gestión pastoral, pero que están contextualizadas en los cambios que se experimentan a nivel de la sociedad actual.
[1] Actualmente director del Instituto de Pastoral y Desarrollo Juvenil Mayo 2007
[2] Civilización del Amor, Tarea y Esperanza, fue editado por la Sección de Juventudes del CELAM para servir de marco de referencia de la Pastoral Juvenil Latinoamericana, texto que recoge justamente las orientaciones que se han ido construyendo en diversos espacios de delgados de la pastoral juvenil en estos últimos 20 años.
[3] De esto ya nos habla el documento de Medellín (1967), donde se reconoce el aporte necesario de la Juventud a la Iglesia, para que ésta sea siempre joven y fuente de esperanza para América Latina

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