MISIÓN CONTINENTAL

¿Qué es la Misión Continental?


La Misión Continental (MC) es un envío (“misión”) personal y eclesial (a cada uno y a todos en la Iglesia), del Señor Jesucristo, animado por el Espíritu Santo, para compartir el Evangelio de la Vida con cada persona, empezando por los que se han alejado de la comunidad de la Iglesia, y ofreciéndolo respetuosamente a quienes se confiesan agnósticos y ateos.

La MC es un impulso misionero de toda la Iglesia en América Latina y el Caribe, que surge como uno de los frutos de la V Conferencia General del Episcopado continental, celebrada en Aparecida, Brasil, en mayo de 2007, cuyas conclusiones se plasmaron en el Documento conclusivo de Aparecida (DA)

Su objetivo fundamental es poner a la Iglesia, y a todos en la Iglesia, en un estado de misión permanente. Esto implica “pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (DA 370) y ayudar a que todos en la Iglesia seamos también decididamente servidores de la Vida.

La MC utiliza el método de Jesús: preguntar, escuchar y ofrecer una experiencia de encuentro con el Señor que llena de gozo y de sentido nuestras vidas.  Se trata de salir más que quedarse en nuestros templos, esperando a los que vengan; de hacer “que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA 370).

La MC conlleva una conversión personal, pastoral y eclesial e “implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales” (DA 367). Es decir, cambios profundos en nuestra manera de vivir la fe, de organizar la pastoral, de administrar la Iglesia  y de servir al mundo, dejando de lado estructuras caducas que condicionan nuestro caminar.

La MC es un camino de transformación eclesial y social, pues el Evangelio da Vida a las personas, a las comunidades, a las culturas. Por lo tanto, la MC se propone ofrecer nuestro servicio evangelizador a la misma sociedad.

La MC tiene un carácter ecuménico y no pretende hacer prosélitos, pues el Evangelio crece por desborde de alegría, por contagio espiritual y nunca por proselitismo. Se sugiere invitar a nuestros hermanos de otras Iglesias y comuniones cristianas a acompañarnos en oración durante este proceso misionero e incluso, donde sea posible, asumir algunas acciones solidarias en conjunto.

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