Entre los laicos


Para nosotros, cristianos católicos, la Iglesia se divide en clérigos y laicos. Los laicos son aquellos que siguen a Cristo y su evangelio desde la vida cotidiana del mundo, de ahí también el nombre de seglares, que viven en siglo; y que se diferencian de los clérigos, que dedican su vida a Dios o en el sacerdocio o en la vida religiosa. Santa Teresa de Jesús tuvo una relación fuerte y cotidiana con los laicos. Tanto el libro de las Fundaciones como sus Cartas son un buen campo para acercarnos a las relaciones de la santa de Ávila con los laicos.

Para ello, creo que debemos partir de la concepción de la amistad que tenía Santa Teresa. Ella define la oración como el trato de amistad con Dios: “Orar es tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”. Su relación con los laicos se basa en la amistad, amistad que nace muchas veces de los propios “negocios” que ella tiene que tramitar como fundadora. La amistad es la que mueve siempre sus relaciones con los laicos, y también con Dios.

CARTAS

Las Cartas son retazos de la vida de la santa. Son la expresión máxima de la vida cotidiana de Santa Teresa de Jesús. Sus cartas más personales son las dirigidas a los miembros de su familia y entre éstos, destacan las escritas a su hermano Lorenzo de Cepeda. Él es su hermano íntimo. En las cartas a él dirigidas vemos algunos de los aspectos más importantes de la santa, su capacidad para mostrar el camino espiritual a su hermano, es decir, la santa mistagoga y su manera de tratar los negocios del mundo o profanos, en este caso los de su familia: dineros, fincas, encomiendas, ganados y casorios. La santa enseñó a su hermano a orar, le aconsejó para que no se excediera en la penitencia, le prescribió las horas necesarias de sueño y le mandó que atendiera con diligencia su hacienda y que pensara en el porvenir de sus hijos. De estas cartas a su hermano se trasluce la figura de una santa con los pies en la tierra a la que le gusta enseñar cómo llegar al cielo. De las dieciséis cartas que escribió a su hermano bien se pudiera redactar un pequeño tratado de espiritualidad laical.

Otras cartas van dedicadas a los personajes más ilustres de su tiempo. La santa se atrevió a escribir al rey de España, Felipe II, el personaje más importante e influyente del momento. En las cuatro misivas conservadas y escritas con toda certeza por la santa, nos muestran a una santa que sabe del poder del monarca y de la capacidad que tiene para poder sacar adelante su proyecto religioso, su reforma. Y además todo ello lo hace con su estilo llano y directo, sabiendo que un buen padre debe ayudar a sus hijos. También escribe a uno de los personajes más importantes de su tiempo al Duque de Alba, Don Fadrique Álvarez de Toledo, en dicha carta, le augura un feliz nacimiento para su futuro vástago y le asegura que rezará para que así sea.

También hay cartas escritas a sus colaboradoras y amigas. En ellas aparecen mujeres de todos los niveles sociales: Nobles, damas, viudas, madres de carmelitas y hasta modestas servidoras de sus fundaciones. También están las destinadas a nobles, banqueros (Simón Ruiz), mercaderes, letrados, funcionarios, también hombres sencillos... todas estas epístolas reflejan el camino realizado por la santa andariega y su actividad fundacional.

FUNDACIONES

En el libro de las Fundaciones aparecen las crónicas de los Carmelos que ella fundó, exceptuando el primero, el de San José de Ávila, cuya historia aparece en los capítulos 32 al 36 del libro de la Vida. Son páginas llenas de vida terrena, agradecida siempre al buen Dios, que iba llevando a buen puerto las diversas fundaciones teresianas.

Y es aquí donde podemos ver a la santa inmiscuida en la vida cotidiana con todo tipo de personas con las que tuvo que relacionarse: comerciantes, arrieros, funcionarios... Siempre con naturalidad y con la habilidad de la que gozaba para ganarse a todos. Así por ejemplo, en la Imperial ciudad de Toledo, repleta de gentes de postín y de dineros, no fueron éstos los que la buscaron casa para sus monjas. Fue un simple mozo -harto pobre, así lo definió la propia santa-, Andrade, el que consiguió la nueva morada para sus descalzas. Así quedó reflejado en Fundaciones 15, 7-8. Los laicos, con este ejemplo queda más que claro, siempre fueron la ayuda material para llevar a buen puerto sus fundaciones.

También enseña la santa de Ávila a los laicos que la riqueza sólo es un medio para ayudar a los demás y nunca un fin en sí misma. Así por ejemplo, cuando pasa a ver la primera fundación Descalza de frailes en Duruelo, lo hace acompañada de varios mercaderes, que al ver la pobreza de esa fundación asumen el relativo valor de su riqueza. “¡Qué cosa es la virtud, que más les agradó aquella pobreza que todas las riquezas que ellos tenían, y les hartó y consoló su alma!” (F. 14,11).

En lo que respecta a la interferencia de los laicos en la vida de las comunidades, hay un episodio digno de mención. Se trata de lo acontecido con Doña Ana de Mendoza, Princesa de Éboli. Por la presión de ella y de su esposo, la Santa tuvo que fundar en Pastrana. Al morir su esposo, tuvo que soportar su entrada en el convento de Pastrana, como monja carmelita, cuando se veía de cierto que no tenía vocación. Y viendo la continua interferencia de la princesa en la marcha cotidiana de la comunidad carmelitana de Pastrana, la Santa tuvo que levantar la fundación y trasladarla a Segovia como queda reflejado en Fundaciones, 17. La enseñanza más importante que recabamos de este hecho, es que los laicos deben vivir y gobernar su casa, y los religiosos-as la suya. Que no puede haber intromisión por parte ni de unos ni de otros, enseñanza que en ciertos casos podría servir todavía para nuestro mundo actual.
El fin último de todos los monasterios fundados por la santa fue y es el de rezar por todo el mundo: amigos, bienhechores, difuntos... En los palomarcicos teresianos siempre se ha rezado por las necesidades de los seglares. Uno de los episodios más populares, y luego representado por la iconografía barroca, es la salida del alma del purgatorio de D. Bernardino de Mendoza el mismo día que quedaba inaugurado el Carmelo de Valladolid. Dicho caballero había ayudado económicamente a la santa en la fundación pucelana. La oración por los laicos es algo connatural a la vocación de toda carmelita descalza.

ALGUNAS PROPUESTAS PARA UNA ESPIRITUALIDAD LAICAL

Sirvan estas directrices –entresacadas de las cartas de Teresa a su hermano Lorenzo- como propuesta teresiana para una espiritualidad laical:

 Aceptar la vida tal y como viene : «Cuando el Señor ve que es menester para nuestro bien, da salud; cuando no, enfermedad. Sea por todo bendito». (Cta 24,4). «Hemos de servir a Dios como El quiere y no como nosotros queremos» (Cta 172,12).
 Y la oración también, tal y como viene : «En forma (en cierto modo) había deseado estos días tuviese vuestra merced alguna sequedad… crea que para muchas cosas aprovecha mucho» (Cta 185,6).
 Dignidad de la persona : «..., pues no entendemos la gran dignidad de nuestra alma, y cómo la apocamos con cosas tan apocadas como son las de la tierra. Denos el Señor luz» (Cta 24,13).
 Tratar también de cosas del espíritu con el confesor : «Tratar alguna vez de su oración con los que se confiesa» (Cta 172,9).
 Desasimiento de los bienes de este mundo : «Así que lo mejor debe ser huir de todo por el Todo» (Cta 142,4).
 Saber compaginar el trabajo con la vida de oración : «No dejaba de ser santo Jacob por entender en sus ganados, ni Abrahán, ni San Joaquín» (Cta 172,11).
 Acercarse a Dios por amor, no por temor : «No sé para qué desea aquellos terrores y miedos, pues lo lleva Dios por amor» (Cta 172,16).
 Aconseja la comunión frecuente y la penitencia suave : «Sepa que han de ser cortas las disciplinas» (Cta 185,4). «Más quiere Dios su salud que su penitencia» (Cta 185,6).
 El mayor bien de la oración es abandonarse a la voluntad de Dios : «Harta merced le hace Dios en llevar tan bien la falta de oración, que es señal que está rendido a su voluntad, que éste creo es el mayor bien que trae consigo la oración» (Cta 185,7).

Estas ideas y otras que aparecen en las cartas de Santa Teresa a su hermano del alma nos muestran algunas pautas que pueden ayudar a la vida del laico. La santa no escribió un tratado sobre la vida de los seglares. Pero a través de su vida y obra podemos ver la relación que tuvo con ellos y los consejos que les daba y sigue dando a todos los hombres y mujeres del mundo.

Óscar I. Aparicio Ahedo

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