RAZONES PARA CELEBRAR EL HANAL-PIXAN

RAZONES POR LAS CUALES  NECESITAMOS FORTALECER LA CONCIENCIA DE LA CELEBRACIÓN DEL HANAL PIXAN EN NUESTRAS FAMILIAS Y COMUNIDADES.

El Hanal Pixán, o “comida para las ánimas” es sin lugar a dudas una de las principales celebraciones de nuestro pueblo, la manera en que los yucatecos vemos a la muerte es  única en su genero, si bien compartimos elementos culturales con otros pueblos de México y del mundo.
La veneración por los ancestros que han muerto dejando su huella en nuestro presente es tan antigua como el hombre mismo, desde que el hombre es hombre y toma conciencia de su mortalidad, vislumbra también a la luz de su razón que la muerte no es el final sino solo un paso que le lleva a trascender a un destino de eternidad en un mundo espiritual que existe pero no se ve.
El pueblo maya profundamente religioso, desarrolló todo un culto a los muertos entendiéndose por culto el conjunto de actos que se atribuyen como veneración profunda y que van ligados con la cultura.[1]
Este se sincretizó[2] con el culto cristiano católico que trajeron los conquistadores dando como resultado nuestra tradición del Hanal Pixán en la que se manifiesta todo el respeto y cariño a nuestros seres queridos que han partido de este mundo pero que sabemos viven y, de alguna manera, también interactúan con nosotros.
Sin embargo, las tradiciones, como parte del bagaje cultural de un pueblo, no son estáticas sino que van evolucionando con el tiempo adoptando elementos de otras culturas con las que se entra en contacto y en este intercambio se enriquecen o se empobrecen en la medida que pueden volverse mas variadas en signos y símbolos acordes a su propia esencia o se van deformando al adoptar elementos que la alejan de su raíz esencial.
Es fácil notar cómo en nuestra tradición de los días de muertos se han infiltrado elementos que la han enriquecido sin salir de su contexto, como por ejemplo el “pan de muerto” y las “calaveritas de dulce” que hoy se han hecho parte del colorido de nuestros altares de ofrendas junto con la cempoalxóchitl o flor de muerto con su encendido color naranja que nos han llegado provenientes del centro del país cuando que hasta hace algunas décadas en nuestros altares de muertos campeaban las flores regionales como el abanico, el x-tés, o las multicolores virginias y los dulces de azúcar, (“alfeñiques” se les llamaba) con motivos  menos macabros como muñequitas, canastas de flores o animalitos y se ponían principalmente en los altares de las ánimas chicas (“mejen pixano’ob”) o “pixanitos”.[3]
Lamentablemente, no todo lo que se va adicionando a nuestras tradiciones de Día de muertos es positivo, ya que es posible encontrar elementos pertenecientes a otras culturas que lejos de enriquecerlas las deforman.
Desde Algunas décadas atrás comenzó a hacer acto de presencia el Halloween en nuestra sociedad con sus bailes de disfraces macabros y leyendas que presentan la muerte como algo espectral y tenebroso, muy lejos de la concepción que de ella ofrece el cristianismo como trascendencia a un destino de luz en la vida eterna que Jesucristo nos ganó con su muerte y resurrección.
El auge de esta tradición de la “noche de brujas” ha traído consigo riesgosos juegos esotéricos, y un desenfrenado consumismo que ha convertido la noche del Halloween en un lamentable pretexto mas para el despilfarro y en ocasiones solo el placer.
Recordemos que esta tradición tiene hondas raíces en el paganismo precristiano de los países nórdicos cuando ya en el siglo VI a. C. los celtas, festejaban el treinta y uno de octubre la noche de Samhein, que marcaba el fin del verano y de las cosechas, el colorido del campo y el calor del sol desaparecían con la llegada del otoño y a los días grises sucedían las noches frías, cuando ellos creían que los espíritus de los muertos vagaban por los desolados campos y se acercaban a sus casas buscando el cobijo del fuego… Era una noche en que los demonios, brujas y fantasmas estaban espacialmente activos y para evitar ser victimas de sus bromas macabras lo mejor era disfrazarse lo más parecido a ellos para confundirlos.
¡Que escalofriante diferencia entre la amable presencia de los queridos espíritus de nuestros ancestros que recordamos con amor y nostalgia en el Hanal Pixán y la espeluznante visión de “la noche de los muertos vivientes” que nos ofrece el Halloween con su enfermizo placer por dejarse asustar con fantasías de ultratumba! ¿Acaso podemos imaginar al querido abuelo o a la bondadosa tía saliendo de su tumba como zombies que se alimentan del cerebro de los vivos según nos ha vendido el cine?
El Cardenal Arzobispo de México señaló en una ocasión que: “si buscamos ser fieles a nuestra fe y a los valores del Evangelio, debemos concluir que la fiesta del Halloween no solo no tiene nada que ver con la celebración que le dio origen sino que incluso es nociva y contraria a la fe y a la vida cristiana”.[4]
           Los mas entusiastas han propuesto que si bien la noche de Samheim, con la llegada del cristianismo a los países nórdicos se convirtió en la “Víspera de Todos los Santos” (All hallow’s eve, en ingles antiguo, que se abrevió como Halloween) una manera cristiana de celebrarlo sería convirtiéndolo en eso, una fiesta en la que se disfrazara a los niños de santos y seres celestiales y se recordara la memoria de los héroes de nuestra fe… no obstante, no deja de causar escozor considerar que de acuerdo con el calendario ritual de la Iglesia de Satanás, fundada por Anton Szandor La Vey en el vecino país del norte, la noche de Halloween es considerada una de las principales fiestas, algo así como su navidad o el cumpleaños del diablo, según testimonio de ex satanistas. [5]
            Afortunadamente en Yucatán el Halloween no ha tenido la penetración y el arraigo que logró conquistar en otras partes del país y del mundo, al parecer todo queda en algunas fiestas de disfraces mas o menos inocentes y es que en forma laudable autoridades civiles y culturales se dieron oportunamente a la tarea de difundir y rescatar la tradición del Hanal Pixán con todo su colorido y esplendidez culinaria, lo criticable es que se ha conservado solo el aspecto mas superficial de la tradición y si bien mucha gente ha vuelto a la costumbre de los altares de ofrenda, se ha perdido lo verdaderamente esencial, que es el recuerdo piadoso de aquellos seres querido que se nos adelantaron al encuentro del Padre Dios y se cae en el hacer por hacer sin saber por qué se hace y olvidando tristemente el significado de los elementos y el orden en que se colocan las ofrendas, incluso se han implementado elementos que se introdujeron en forma utilitaria y ahora se han convertido en parte esencial de la ofrenda como por ejemplo el maíz en grano o la sal.[6]
           Lo mas grave es cuando en la misma fiesta se hace concursos de altares… y de disfraces de Halloween; o cuando los ingenuos jovencitos de alguna secundaria decoran su mesa de Hanal Pixán, con banderitas de papel de china negro y naranja, colores representativos del Halloween y en torno a fotos de artistas que apenas ayer grabaron el capitulo de la telenovela en turno, colocan flores y alimentos en confusión alumbrando su ficticia ofrenda con veladoras que brillan dentro de calabazas con expresión malévola y para remate, en vez de angelitos cuelgan dos grotescas brujitas volando en sus escobas…
           
             En conclusión podríamos decir que una tarea importante en el momento presente es procurar una catequesis adecuada para evitar caer en la conservación de las bases mas superficiales de nuestra tradición del día de muertos perdiendo lo mas profundo de su esencia, seria tanto como tirar la fruta y guardar la cáscara; los catequistas deberían estar bien enterados del sentido de respeto y amor encerrado en tan colorida y nostálgica celebración, que mucho tiene que ver con la comunión de los santos, la resurrección de la carne y la vida perdurable que confesamos en nuestro credo; sólo en la medida que comprendamos la unidad indisoluble de la Iglesia celeste, con la Iglesia peregrina y con la Iglesia del purgatorio, vínculo que va mas allá de los limites de esta vida material y finita, podremos devolverle a nuestro pueblo sus tradiciones ancestrales iluminadas por la luz de la verdad que resplandece en el corazón mismo de nuestra santa religión.

(Tomado de la investigación de Ángel José Silveira Cauich, Antropólogo)


[1] Rojas, María de las Nieves. (1998). Surgimiento y desarrollo de las organizaciones evangélicas en México: La minoria existente 1988-1997. México: 89 Tesis licenciatura en ciencias políticas y administración publica –UNAM

[2] El sincretismo, (del griego “sinkretismós”) puede entenderse como el sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes, según el diccionario de la real academia de la lengua española.

[3] Las calaveritas de dulce puede ser que se originen en la traslación de reliquias de santos de Europa para las iglesias de la capital del virreinato que implicaba una romería desde Veracruz siendo su paso por ciudades y pueblos muy celebrado por los fieles al punto de que los confiteros idearon, con toda mercadotecnia, vender de recuerdo “reliquias de dulce” que la gente compraba con agrado siendo estas calaveritas y huecesillos de azúcar. Para ampliar la información puede consultarse los trabajos que al respecto tiene escrito la investigadora Elsa Malvido.
[4] Cardenal Norberto Rivera Carrera: Ciudad de México, 30 de octubre de 2007 (AICA)
[5] Ver en Internet: Pbro. Jordi Rivero “HALLOWEEN: ¿Cómo lo enfrenta un cristiano?” (02-11-2007) citando a la agencia de noticias ACI  
[6] El maíz no era parte de la ofrenda a menos que fuera como “pibinal”  elote cocido bajo tierra en el característico horno subterráneo  (Pib) pero alguien utilizó granos de maíz para sostener las jicaras y ahora ya se ha impuesto que tiene que colocarse nueve granos de maíz por los niveles del inframundo y por ser el hombre hecho de maíz según el Popol Vuh, etc. Etc. 

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