AÑO LITÚRGICO

EL AÑO LITÚRGICO

  
Durante todo el año, la Iglesia celebra los distintos aspectos del gran misterio de nuestra salvación, llamado también el "Misterio Pascual". La Iglesia tiene su año: El AÑO LITÚRGICO, con sus fiestas determinadas. En cada fiesta conmemora un aspecto de nuestra salvación. El Año Litúrgico comienza con el primer domingo de Adviento, a fines de noviembre. Adviento quiere decir venida. Esperamos la venida del Señor en Navidad. Son cuatro semanas que nos preparan para esta fiesta.

La Navidad celebra el Nacimiento de Jesús. Enviado del Padre, vino a poner su tienda de campaña entre nosotros, para ser el camino que nos lleva a Dios, para ser la Verdad y la Vida.

Con el miércoles de ceniza comienza la CUARESMA, 40 días de reflexión y penitencia, para preparamos a la mayor fiesta de los cristianos: la PASCUA.
En la Semana Santa, conmemoramos el sufrimiento y la muerte de Jesús para, en el día de Pascua, manifestar nuestra alegría por la resurrección del Señor. Jesús está vivo y está en medio de nosotros.

Jesús volvió a la gloria del Padre. Está sentado "a la derecha de Dios". Esto quiere decir que El, después de la humillación de la muerte en la cruz, fue elevado y participa del poder de Dios. Nosotros los celebramos en la ASCENSIÓN. Cristo nos envía su Espíritu. Jesús está con Dios, en poder y gloria, pero está también con nosotros hasta el fin de los tiempos por medio del Espíritu que El nos regala.

Nos acordamos de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, pero también del Espíritu en nuestra vida, en la fiesta de PENTECOSTÉS. Celebramos el nacimiento de la Iglesia, la gran comunidad de Jesús, unida por el Espíritu Santo.
El ciclo pascual son siete semanas, que van del domingo de Pascua hasta Pentecostés, celebrando las distintas facetas de un único misterio: el Misterio Pascual.


Después de Pentecostés, la Iglesia recuerda el mensaje de Jesús a través de fiestas como Corpus Christi, Sagrado Corazón, Todos los Santos, de Nuestra Señora y algunos santos, hasta la llegada del Adviento.
Todo el tiempo, durante el año, está impregnado de la presencia de Dios y su acción salvadora. Dios mismo camina con su Pueblo hasta el fin de los tiempos.

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